15 de junio de 2025
Una visita al Museo Internacional del Barroco
Autor:
Revista Global
Entre las colinas suaves y el cielo abierto de Puebla, se alza un edificio que parece flotar en el tiempo. El Museo Internacional del Barroco no solo es un espacio que resguarda arte: es, en sí mismo, una obra que cuenta una historia sin palabras.
Diseñado por el arquitecto japonés Toyo Itō, el museo dialoga con la naturaleza a través de formas orgánicas, curvas blancas y sombras que se desplazan sutiles a lo largo del día. No hay aristas agresivas ni líneas rectas que impongan su voluntad. Todo fluye.
Adentro, las salas son un viaje a los excesos, los matices y las contradicciones del Barroco, ese periodo donde lo bello y lo oscuro cohabitan en equilibrio. Pinturas de dramáticos contrastes, tallas de madera que respiran movimiento, y retablos que, aún siglos después, siguen impresionando con su detalle casi obsesivo.
Pero más allá de su acervo, lo que transforma la experiencia es cómo el espacio invita a recorrerlo sin prisa. Cada pasillo desemboca en una vista inesperada, cada muro curvo conduce a la siguiente sorpresa. Y, al salir, la sensación es la de haber transitado un sueño de concreto y luz.
El Museo Internacional del Barroco es un recordatorio de que el arte no solo se contempla: se habita.
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